duky
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Tenía apenas doce años cuando me puse mis primeras braguitas. Las conseguí en una mercería propiedad de una amiga de mi madre llamada Encarna. Su hijo René y yo fuimos amigos desde pequeños. Debido a ello, Encarna me vio en varias ocasiones desnudo y sabía perfectamente que mi pene era muy pequeño. Recuerdo una vez en concreto en la que me quedé a dormir en casa de René y de ella, obviamente. Yo me disponía a ducharme cuando Encarna entró en el baño para coger mi ropa sucia y llevarla a la lavadora. Yo estaba en calzoncillos y me dijo que me los quitara. Me los quité y se los di en la mano. Ella, vestida, con una belleza fuera de lo común, miró mi diminuto pene, apenas sin vello púbico, mostrando una dulce y tierna sonrisa con un significado que solo una mujer puede mostrar. El de su hijo era cinco veces más grande como mínimo y lleno de pelo. Y lo sé porque fue el segundo que me llevé a la boca.
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